Historia

OVIEDO 1983, CAPITAL DEL BALONCESTO ESPAÑOL

Se cumplen 38 años del desempate liguero disputado en Oviedo entre FC Barcelona y Real Madrid, resuelto con triunfo azulgrana por 76-70. Nuestro compañero Julio Gutiérrez revive todo lo acontecido aquella noche de abril en el Palacio de los Deportes ovetense.

La temporada 1982-83 fue, probablemente, la más atípica de la historia del baloncesto español debido, básicamente, a dos motivos. Por un lado, fue la última campaña que se disputó bajo la denominación de “Liga Nacional de 1ª División”, dado que a partir de la siguiente campaña entró en juego la mediática denominación ACB (Asociación de Clubs de Baloncesto), institución que acabaría sustituyendo a la Federación Española en todo lo referente a la organización de las competiciones (Liga, Copa y más adelante, Supercopa) encuadradas en el basket nacional. La segunda causa fue que, por primera vez hasta entonces en la historia de nuestro baloncesto, el título de liga se iba a decidir a un solo partido, en caso que los dos contendientes llegasen empatados a puntos al final de la liga “todos contra todos” (14 equipos, 26 jornadas), como así sucedería. La temporada pasada (2019-20) fue la segunda ocasión en que esto se produjo, debido a los estragos de la pandemia originada por el coronavirus, decidiéndose el título a partido único entre el Baskonia, a la postre campeón, y el FC Barcelona.

 

Pues miren por dónde, las circunstancias se aliaron para que, finalmente, el titulo se decidiera en un duelo final. La liga regular tuvo poca historia, ya que los dos grandes favoritos (FC Barcelona y Real Madrid) sólo perdieron en cancha del adversario, pero de forma muy diferente. Mientras el equipo blanco ganó a los culés sin relativos sobresaltos (a pesar del marcador final) por 91-85 en el mítico pabellón de la Ciudad Deportiva, el equipo blaugrana tuvo que solventar de una forma dramática su compromiso como local frente a los merengues. Y este hecho merece un recordatorio específico.

 

El choque del Palau Blaugrana fue dominado durante 35 minutos por el Real Madrid, que a falta de 5 minutos ganaba por 65-75. Pero entonces, Antonio Serra, el experimentado y carismático entrenador culé, sacó a pista a dos veteranos curtidos en mil batallas, Manolo Flores, el capitán, y Luis Miguel Santillana, un ex verdinegro al que el coach mataronés tuvo a sus órdenes varias temporadas en el Joventut (con el que fue campeón de liga la temporada 1977-78, al lado de nuestro inolvidable Ed Johnson) y al que repescó cuando el jugador había decidido retirarse (año 1981), con apenas 30 años. Jugaría dos temporadas en el equipo barcelonista.

 

El caso es que el Madrid falló varios tiros libres en momentos decisivos, pecó de excesivo conservadurismo durante algunos minutos claves  del choque y lo pagó caro, muy caro, ya que en la última jugada del partido, a falta de dos segundos, un palmeo de Santillana tras un fallo en el tiro de Starks (pívot estadounidense, un auténtico portento de la naturaleza), dejó el balón dentro del aro y el marcador en un tanteo final de 82-80. Antes, el Madrid, en manos de Delibasic, el gran Mirza, tuvo la victoria al alcance, pero su tiró no entró. Y después sucedió lo inevitable. Cuando perdonas, lo acabas pagando, es la ley del deporte. Por cierto, el partido no pudo verse por televisión aquel sábado 12 de febrero de 1983 debido a un conflicto existente entre Televisión Española y el conjunto barcelonista presidido entonces por el peculiar José Luis Núñez.

 

 

Al partido de desempate iban a optar diferentes ciudades que tenían un amplio idilio con el mundo de la canasta: Ferrol, Granollers, Valladolid, Zaragoza… Pero saltó la sorpresa y el premio gordo se lo llevó Oviedo que, creo sinceramente, puso más empeño que el resto. Evidentemente, la capital asturiana no se quedó atrás en el tema económico, ya que el montante de aquel evento fue de unos 6 millones de las antiguas pesetas. En la concesión de aquel evento tuvo mucho que ver el trabajo de su alcalde, Luis Riera Posada, un enamorado del mundo de la canasta y declarado madridista, lo que le costó, antes de disputarse el encuentro, no pocas críticas desde diferentes sectores, a las que él hizo frente con su caballerosidad habitual, reconociendo su error y pidiendo disculpas públicamente.

 

El choque final se disputó el 7 de abril de 1983, a las 7 de la tarde, en el Palacio de los Deportes de Oviedo, que estaba completamente abarrotado, con mayoría de seguidores madridistas. El palco también aparecía lleno a rebosar, entre autoridades del mundo de la política, dirigentes deportivos y componentes de las directivas de ambos equipos. No estuvo presente, sin embargo, el presidente blaugrana Núñez, que parecía enfrentado con todo el mundo, aunque la versión oficial indicó que no pudo acudir por temas relacionados con el fútbol… Fueron representantes azulgranas los dos vicepresidentes, Nicolás Casaus y Joan Gaspart. Por parte del Madrid  compareció su máximo mandatario, Luis de Carlos, que tuvo que hacer encaje de bolillos para regresar a tiempo desde Viena, donde el equipo de fútbol había disputado encuentro europeo la noche anterior. El match sí fue televisado esta vez a través de la primera cadena de Televisión Española.

 

Tuve la inmensa suerte, con 17 años recién cumplidos, de estar presente, junto a mi padre (colaborador deportivo del diario Marca en aquel momento) en las localidades destinadas a la prensa. Fue maravilloso poder estar codo con codo con grandes monstruos del periodismo (capitaneados por Pedro Barthe, muchos años narrando baloncesto para TVE) y poder ver en directo un partido de semejante nivel y emoción. El importante disgusto final que me llevé por la derrota de mí amado Madrid, quedó compensado por todas aquellas vivencias, irrepetibles e inenarrables. Recuerdo perfectamente las entrevistas después del partido. En este sentido, puedo comentar una anécdota que tengo perfectamente grabada en la memoria. Tras ver la cara seria e impertérrita de Antonio Serra, a pesar de haber ganado el título, le hice el siguiente comentario a mi padre “no parece que este hombre acabe de ganar la liga”, lo que sirvió a mi progenitor para lanzarle el primer comentario: “acaba de ganar usted el campeonato, pero no parece muy contento”, a lo que el bueno de Serra respondió sonriendo, que sí, evidentemente estaba muy contento, pero su carácter no le permitía ser más expresivo… En fin, eran otros tiempos, en los que los medios de comunicación tenían una relación muy fluida con los equipos, casi de familiaridad, con una gran accesibilidad hacia jugadores y técnicos y aquella situación graciosa vivida con Serra me lo ratificó plenamente.

 

En lo estrictamente deportivo, señalar que el Barça fue justo campeón. Jugó mejor y más concentrado. El Madrid estuvo tenso durante todo el partido, quizá porque se vio siempre por detrás en el marcador. Yo confiaba en que se diera la vuelta al resultado, pero no pudo ser. Los azulgranas formaron con Solozábal, Sibilio, Epi, De la Cruz y Starks. Por parte del Madrid, Corbalán, Delibasic, Iturriaga, Fernando Martín y Romay. Como se verá, sólo había un extranjero por equipo, puesto que el segundo se reservaba exclusivamente para competiciones europeas (Lars Hansen en el Barcelona y otro mito del baloncesto europeo, el yugoslavo Dalipagic en el Madrid). De impartir justicia se encargaron el canario Hernández Cabrera (uno de los mejores colegiados que haya dado el arbitraje español) y el bilbaíno Neyro, protagonista años después del famoso affaire con Drazen Petrovic (entonces jugador del Madrid), al escupirle éste en un torneo amistoso en Puerto Real. No  obstante, Lolo Sainz, entrenador madridista, declararía al final del partido que, aun reconociendo la superioridad del Barcelona durante el partido, se había sentido perjudicado por la labor de los colegiados. 

 

 

Tras una serie de desaciertos iniciales por parte de ambos equipos, el Barça tomó el mando en el electrónico (11-8), que ya no abandonaría hasta el final del encuentro y que amplió a 17-8 en el minuto 11, con un Epi estelar y Starks dominando claramente el rebote. Lolo Sainz, entrenador blanco, tuvo que sentar a Delibasic, extrañamente desacertado, y sacar a pista al ilustre veterano Brabender que, con 38 años, jugaría ese día uno de sus últimos partidos vestido de blanco (su excelsa trayectoria en el equipo madridista la remataría días después con partidos de Copa). Fue un auténtico revulsivo, ya que consiguió puntos importantes para su equipo.

 

Además, la tercera falta de Solozábal y la salida de Llorente en lugar de un sorprendentemente desdibujado Corbalán (que terminaría el encuentro sin anotar), benefició enormemente al Madrid, ya que Costa, sustituto del eterno 7 azulgrana, ralentizó demasiado el partido, lo que favoreció que el equipo madridista, con Iturriaga como estilete, consiguiera ir enjugando la diferencia hasta llegar al descanso con un esperanzador 33-30 en contra. Había sido un mal menor visto como había transcurrido la primera parte.

 

Se esperaba que el Madrid saliera más enchufado en la segunda mitad, pero no fue así. Todo lo contrario. El Barça salió como un ciclón y puso el 47-38 en el minuto 25, con Epi y Sibilio (¡¡¡que enormes jugadores!!!) al mando de las operaciones. Otra vez el Madrid a remar contracorriente. Y lo consiguió gracias a su contrataque, poniendo un inquietante 51-50 para los barcelonistas poco después (minuto 30).

 

Pero estaba claro que no iba a ser el día del Madrid. Otro arreón azulgrana, favorecido por la eliminación de Romay (que había sido un elemento decisivo en defensa para los blancos, impidiendo que el Barça hubiera sentenciado antes el partido), permitió a los culés poner el marcador en 69-58 en el minuto 37, que ya resultó demasiada carga para el Madrid, que lo intentó todo (defensa individual, zona y presión) y solo consiguió maquillar el resultado hasta el 76-70 final. 

 

Los anotadores fueron los siguientes:

 

FC Barcelona 76: Solozábal (4), Epi (28), Sibilio (20), De la Cruz (8), Starks (16). También jugaron Costa (0) y Santillana (0).

 

Real Madrid 70: Corbalán (0), Iturriaga (24), Martín (14), Delibasic (4) y Romay (9). También participaron Brabender (12), Llorente (5) y Rullán (2).

 

El aspecto claramente diferenciador del partido (aparte del aciago día que tuvieron dos puntales del Madrid como Corbalán y Delibasic), fue el rebote. 31 capturas (11 ofensivos) por parte del Barça, mientras el Madrid se quedó tan solo en 12 (2 ofensivos).

 

Este resultado dejó importantes consecuencias a nivel deportivo en el conjunto blanco. Las fundamentales fueron las salidas de Brabender y Delibasic del equipo, aunque con diferentes connotaciones. El capitán madridista dejó el club tras 16 exitosas temporadas y después de haber ganado todos los títulos inimaginables (13 Ligas, 7 Copas, 4 Copas de Europa y 4 Intercontinentales). Curiosamente, no se retiraría de la práctica activa del baloncesto, ya que fue fichado por otro equipo de la capital, el Cajamadrid, en el que militaría durante dos temporadas, hasta que sus rodillas, ya con 40 años, dijeron basta. El caso de Delibasic fue diferente. El club quería a un jugador alto que jugase en el puesto de pívot. Este hecho, así como cierto declive personal y físico del jugador (fumador empedernido), hicieron que se pactara entre las dos partes la rescisión de su contrato (le quedaba una temporada de las tres que había firmado), dando muestras el yugoslavo de su innegable hombría y deportividad, cualidades que mantendría intactas hasta el final de sus días. Llegó a fichar por el Indesit Caserta de su amigo Tanjevic (que había sido su entrenador en el Bosna de Sarajevo), pero ese verano, antes de iniciar la pretemporada con el equipo italiano, sufrió un ictus que le alejó para siempre de las pistas de juego.

 

Como dejé entrever con anterioridad, es muy difícil expresar con palabras los sentimientos que afloraron en mí aquel jueves 7 de abril de 1983. Han pasado muchos años, pero aquellos recuerdos siguen frescos en mi mente y perdurarán en mí toda la vida. Nunca me hubiera imaginado que iba a tener la gran suerte de presenciar sobre el terreno aquel evento y por ello, me considerado un auténtico afortunado. En este aspecto, mi padre fue un factor decisivo, siempre le estaré agradecido. Haber vivido (y de forma tan intensa) aquel espectáculo memorable entre dos de los mejores equipos de Europa y que decidía todo un título de liga, significó mucho para mí y todavía, 38 años después, me sigue emocionando, al recordar como tuve a mi alcance a auténticos monstruos de este deporte nuestro llamado BA-LON-CES-TO.

 

(Artículo: Julio Gutiérrez)

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Triunfo barcelonista en el Palacio de los Deportes de Oviedo.

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