Historia

ED JOHNSON, PASIÓN POR EL BALONCESTO

Hoy tenemos el lujo de contar con una preciosa colaboración. Nuestro compañero Julio Gutiérrez nos glosa la figura del fallecido Ed Johnson, un hombre que por su enorme calidad humana siempre será recordado en el baloncesto asturiano.

Hace unas semanas llegó hasta nosotros una triste noticia. Ha muerto Ed Johnson. La información, creo que como a muchas personas que tuvimos el placer de conocerle, nos dejó helados porque se trataba de una persona joven todavía y porque además la huella que dejó en la ciudad, “su ciudad”, como él la llamaba, fue imborrable.

 

Conocí a Ed una tarde de otoño de 1.984. Yo era un joven casi imberbe al que le apasionaba el baloncesto (afortunadamente esa pasión morirá conmigo) y el periodismo. Ya había realizado alguna crónica de baloncesto para el diario Marca, pero nunca había hecho una entrevista. En esta tarea me embarqué, auspiciado por la siempre mano maestra de mi padre, Toño, veterano colaborador deportivo en múltiples disciplinas y a quien siempre agradeceré  haberme introducido ese gusanillo del maravilloso mundo de la canasta. Pues en una mesa de la cafetería Camino Real, que los más veteranos gijoneses recordarán en la Plaza de Europa y que hoy subsiste con otra denominación, tuvo lugar mi bautismo de fuego en el terreno de las entrevistas.

 

De repente me encontré con un hombre enorme, más de 2 metros, de raza negra, que había sido un ídolo dentro del deporte que yo amo y que acababa de ser nombrado entrenador del Gijón Baloncesto. Dije para mi “que difícil va a resultar esto”. En mi fuero interno creía que sería una persona inaccesible, soberbia, acorde con el status que había tenido como jugador. Pero fue todo lo contrario, nada más intercambiar las primeras palabras con el invitado me di cuenta lo equivocado que estaba. Porque Ed tenía muchas virtudes, pero una de las fundamentales era que facilitaba siempre las cosas a los demás, nunca ponía un problema y siempre tenía una sonrisa que emanaba de su excelente filosofía de vida. Desde aquel día Ed Johnson comenzó a ser un ídolo para mí.

 

La conversación fue de lo más agradable que yo recuerdo. Los minutos se fueron desgranando hasta tal punto que no recuerdo el tiempo que transcurrió hasta que nos despedimos. Me contó muchas cosas de su vida deportiva, de la ilusión que tenía por entrenar y lo que le había gustado Gijón, aunque conocía la ciudad desde hacía poco tiempo.

Ed Johnson no fue uno de tantos jugadores americanos que aterrizaron por España. Antes de llegar a nuestro país tuvo una importante participación en la liga universitaria con Tennessee, en la que promedió 13 puntos y 11 rebotes por partido. Tras ser elegido en el draft de 1968 (posición 34) por los Seattle Supersonics, nunca llegaría a debutar en la NBA. En aquella época existían dos ligas americana, la ABA y la propia NBA, que años más tarde se fusionarían. En cualquier caso, la trayectoria de Ed en la llamada mejor liga del mundo fue destacable, siempre en la ABA. Jugó en Los Angeles Stars, New York Nets y Texas Chaparrals (actuales Dallas Mavericks) entre 1968 y 1971, con una cifras anotadoras y reboteadoras destacables (12,3 y 10,2, respectivamente) en los 166 partidos que disputó. En esa época fue coetáneo de grandes jugadores, como Kareem Abdul-Jabbar o el también mítico Julius Erving, el Doctor J. Tras abandonar la liga profesional americana se enroló durante un año en la liga comercial (CBA), en los Hartford Capitols, cuya sede estaba en Conneticut.

 

En 1973 Ed saltó el charco y se vino a jugar a España, decisión que cambiaría su vida para siempre. Durante siete temporadas militaría sucesivamente en Manresa (con una breve cesión en la 74-75 en el Bagnolet francés), Juventud (en dos etapas diferentes), y Mollet. Pondría fin a su etapa de jugador en 1980 con 35 años debido a sus problemas físicos. De su periplo español, destacar el campeonato de liga conseguido en la 77-78 con el equipo verdinegro, conjunto dirigido con maestría desde el banquillo por Antonio Serra, que ya había sido su entrenador en Manresa y desde la cancha por el genial diablo de Sibenik Zoran “Moka” Slavnic, un base impresionante, con unos fundamentos incontestables y con un carácter ganador que contagió a sus compañeros y arropado por un conjuntos de jugadores que en muchos casos provenían de la fértil cantera verdinegra: Margall, Juan Ramón Fernández, el malogrado Filbá, Jodi Ribas (padre de Pau, actual jugador del Barcelona), Santillana y un Gonzalo Sagi-Vela que era puro espectáculo en la cancha.

 

Aquel triunfo tuvo un extraordinario mérito al ser conseguido frente al todopoderoso Real Madrid de la época. En el aspecto negativo, su paso por el Mollet, que dirigía el mítico Manel Comas, en su bautismo de fuego como primer entrenador, fue la antítesis, ya que a los problemas deportivos derivados de un equipo modesto y sin experiencia en la máxima categoría se unieron vicisitudes de tipo económico, con promesas incumplidas por parte del presidente del club que desembocaron en que el bueno de Johnson nunca cobrase todo el dinero pactado antes de su fichaje, saliendo claramente perjudicado. A pesar de todo esto, cuando Ed me contaba esta parte de su historia deportiva, jamás le escuché el más mínimo reproche o improperio hacia el dirigente, simplemente lo entendía como una circunstancia más del mundo del deporte. Otra prueba más de su inmensa calidad humana

Como decíamos, cuando sus problemas de rodillas dijeron basta, Ed Johnson se retiró de la práctica activa del baloncesto, muy a su pesar. Todavía se sentía fuerte y quería seguir, pero no pudo ser. Entro a formar parte del staff técnico del Barcelona, nuevamente al lado de Antonio Serra, que se había convertido en entrenador del Barcelona. Y precisamente en la ciudad condal fue donde en día de 1984 dirigentes del Gijón Baloncesto con Tato Nespral y Fernando Ruiz a la cabeza se encontraron con él. Fue cuando decidió hacer las maletas y venirse a la villa de Jovellanos. Se convirtió así en entrenador del Trébol Gijón, denominación que se produjo gracias al patrocinio de la cadena de supermercados propiedad de Celestino Grana, un hombre apasionado del baloncesto y que sería fundamental en el posterior devenir del conjunto gijonés.

 

La temporada se jugó en una cancha habilitada a tal efecto, dentro del Pabellón de las Naciones de la Feria de Muestras, habida cuenta que el Pabellón de la Arena se encontraba en fase de remodelación. Desgraciadamente, la aventura de Ed como primer entrenador no fue satisfactoria, a pesar de sus conocimientos baloncestísticos y de algunas de su técnicas, muy novedosas para la época y dados los malos resultados deportivos, se produjo su cese en el mes de marzo de 1985, en un partido frente al Náutico de Tenerife, ganado con autoridad por los asturianos y en el que la plantilla de jugadores mostraron su total cariño al que hasta entonces había sido su entrenador.

 

A pesar de la adversidad, Ed nunca abandonó Gijón. De hecho, se quedó a vivir y profesionalmente puso en funcionamiento un gimnasio. Nunca perdió su vinculación con el Gijón Baloncesto, ya que entró a formar parte de la Fundación creada por el club. Encontró el amor incondicional en su mujer Isabel, fiel compañera de viaje en todas sus aventuras y con la que tuvo dos hijas a las que ambos inculcaron su pasión por el deporte, sobre todo de la canasta. En la temporada 88-89 volvió a entrenar al Gijón Baloncesto y sólo una desgraciada tarde en el Pabellón de la Arena con derrota frente al Caja San Fernando de un gran Abdul Jeelani, veterano pívot de una inmensa calidad, le volvió a costar el puesto.

 

Con posterioridad, seguiría vinculado a la fundación y sería segundo entrenador de otro gran técnico, como fue Moncho López (temporada 98-99), donde de la mano de un excepcional Scola, cedido por el Baskonia y del veterano, pero maravilloso Linton Townes, el Gijón Baloncesto conseguiría ascender por segunda vez a la liga ACB en un sensacional playoff frente al Menorca de Tisi Reynés. En la 99-00 repitió experiencia al lado del coach gallego, también en la liga ACB. Tras estas experiencias, Johnson se quedó más en un segundo plano, aunque, como decíamos, nunca perdió la vinculación con el club. Se convirtió en un gijonés más y se le podía ver en muchas ocasiones por la ciudad, incluso ejerciendo durante muchos años como  Baltasar en las cabalgatas de Reyes. En 2011 y con objeto de asegurar un futuro mejor para sus hijas, puso rumbo hacia su Atlanta natal, estableciéndose en la vecina ciudad de Norcross, donde se dedicó en los últimos años de su vida a cuidar de su familia y a seguir las evoluciones de su hija Allison, prometedora jugadora universitaria con una brillante carrera por delante en el mundo de la canasta.

 

Puedo decir que tuve la inmensa fortuna de conocer a Ed Johnson. Desde aquella primera y lejana entrevista de 1984. También tuve el placer de coincidir con posterioridad en muchas ocasiones. Yo creo que el mejor resumen que se puede hacer del gran Ed es que jamás oí a nadie hablar mal de él y con justicia se puede decir que era un hombre bueno, bondadoso, de los que se visten por los pies y de aquellos que jamás restan, sino todo lo contrario. Desde el primer instante que lo conocí, me enseñó muchas cosas de la vida y del deporte. Y doy gracias a la vida por haberme ofrecido la oportunidad de haberme cruzado en su camino. Con total seguridad no habré estado a su altura humana, porque eso era muy difícil, casi imposible diría. En cualquier caso, aquellos que tuvimos el placer de conocerlo nunca le olvidaremos y seguiremos recordándolo con esa inmensa sonrisa que lo abarcaba todo. Y le agradeceremos eternamente su pasó por Gijón, su filosofía de vida y su pasión por un deporte que amamos, que se llama BA-LON-CES-TO.

 

(Artículo: Julio Gutiérrez/Fotos: www.nasljerseys.com)

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